Thrall: El Crepúsculo de los Aspectos - Tercer extracto

por Blizzard Entertainment el August 26th a las 11:00am

Escrito por la prestigiosa escritora del New York Times Christie Golden, la nueva novela "Thrall: El Crepúsculo de los Aspectos" está disponible en tiendas. Nos complace presentar una serie de tres extractos de la novela para vuestro disfrute. Podéis leer el tercer extracto más abajo.

¿Todavía no has leído los dos primeros extracto? Detente, amigo, y no avances más. Puedes leer aquí el primero y aquí el segundo.

Si bien no sucedió tal y como Alexstrasza hubiera deseado, la repentina aparición del vuelo de dragón crepuscular espoleó a los demás vuelos a actuar unidos. No malgastaron más saliva discutiendo entre ellos, sino que se elevaron hacia el cielo para cargar contra el enemigo, para proteger ese sagrado templo.
De inmediato, estalló una ola de violencia incongruentemente bella. Decenas de poderosas siluetas de colores rubí, esmeralda y zafiro dieron vueltas y giraron en pleno vuelo. Su enemigo poseía todas las tonalidades que tiene el día cuando se transforma en noche (púrpura, violeta e índigo). Se desató una batalla sangrienta donde la elegancia y la brutalidad se combinaron a partes iguales.

Mientras se enfrentaban, pudieron escuchar una voz que reverberaba en sus mismos oídos.

    —Habéis sido muy amables al congregaros tantos en un solo sitio para que pueda destruiros con más facilidad, débiles criaturas.

Alexstrasza voló directamente hacia un grupo de tres dragones, esquivando su letal aliento, que era del mismo color púrpura que ellos, mientras descendía en picado. Por el rabillo del ojo, vio cómo un dragón azul se quedaba fñotando inmóvil en el aire por un momento preparando un conjuro y, a continuación, plegó sus alas y cayó en picado. La dragona carmesí viró con suma rapidez y logró evitar lo que parecía ser una repentina lluvia de carámbanos. Una de los dragones crepusculares logró volverse incorpórea, pero los otros reaccionaron demasiado tarde. Alexstrasza aprovechó la oportunidad y ascendió como un rayo para clavar sus enormes fauces en la serpenteante garganta de unos de ellos. Como lo había atrapado con su forma corpórea y carecía ya de fuerzas para transformarse, el dragón crepuscular profirió un grito ahogado y batió frenéticamente sus alas índigo, en un vano intento por librarse de su captora. Asimismo, intentó desgarrar el vientre de Alexstrasza con sus negras garras.
A pesar de que las escamas de la dragona carmesí la protegieron de todo daño, un tremendo dolor se apoderó de su estómago. Al instante, decidió morder aún con más fuerza y, acto seguido, el dolor se desvaneció. Abrió las fauces y soltó aquel cuerpo inerte, al que no prestó más atención mientras se precitaba hacia el vacío.

    —¿Quién eres? —gritó Alexstrasza, cuya voz atravesó con gran potencia el aire gélido y claro—. Muéstrate y dime tu nombre; si no lo haces, ¡demostrarás que no eres más que un fanfarrón y un cobarde!
    —No soy ningún fanfarrón ni un cobarde —volvió a decir aquella voz desencarnada—. Mis seguidores me llaman el Padre Crepuscular. Ellos son mis hijos, y yo los quiero.

Un escalofrío recorrió a la gran Protectora, aunque no sabía muy bien por qué. Si ese nombre definía a su poseedor y esa voz pertenecía al patriarca de esos seres...

    —¡Entonces, sal y protege a tus niños, Padre Crepuscular, o si no, tendrás que contemplar cómo los masacramos uno a uno!

En ese instante, dos dragones enemigos cayeron en picado sobre ella desde direcciones opuestas. Estaba tan concentrada en dar con el origen de esa voz que estuvo a punto de no percatarse de su presencia a tiempo. Cuando se encontraban a una distancia en la que podría haberlos golpeado con su cola, plegó sus alas y se dejó caer como una piedra, al mismo tiempo que se giraba. Entonces, justo por encima de ella, ambos dragones crepusculares adoptaron sus formas sombra un instante antes de chocar y se atravesaron mutuamente sin sufrir ningún daño.
De improviso una risa, discordante y petulante, la envolvió.

    —Por mucho que afirmes ser la gran Protectora, actúas como una niña tonta. Será todo un placer ver cómo te desmoronas a pedazos ante lo que está por venir.