Cuando los pandaren fueron subyugados por los mogu hace muchos siglos, los monjes trajeron esperanza donde el futuro se apreciaba negro. Como sus amos les prohibían usar armas, estos pandaren se dedicaron a aprovechar su chi y aprender a combatir sin armas. Al surgir la oportunidad de una revolución, estaban bien entrenados para librarse de las cadenas de sus opresores.
Más allá del rol de combate, los monjes dependen de sus manos y pies para defenderse, y también de una fuerte conexión con su chi interior para lanzar habilidades. Los monjes también pueden sanar a sus aliados mientras dañan a sus enemigos.
Los talentos del monje se centran en dirigir su energía chi para controlar el campo de batalla mejorando su movimiento, restringiendo el de sus enemigos y hasta sanando a sus aliados mientras inflige daño a sus enemigos de manera simultánea.